La Selección Argentina perdió 2 a 0 ante Uruguay en La Bombonera por la fecha 5 de las Eliminatorias Sudamericanas rumbo al Mundial 2026.
Con goles de Ronald Araújo (41’ PT) y Darwin Núñez (42’ ST), la Uruguay de Marcelo Bielsa fue ampliamente superior y derrotó a la Selección Argentina en la Bombonera por 2 a 0. La Celeste venía de vencer a Brasil y ahora es el nuevo escolta de las Eliminatorias Sudamericanas. La Scaloneta sigue en lo más alto con 12 puntos, dos más que los charrúas.
Bielsa es loco, siempre lo será, porque en sus desbordes emocionales no existen los grises. Sin embargo, no come vidrio, y si bien sigue viviendo el fútbol como si no hubiera mañana, dejó de lado algunos fundamentalismos tácticos. Ya no existe el Bielsa que mandaba a Orteguita a correr al mejor Roberto Carlos por toda la banda. Ahora no explora tanto los bordes, seguramente es más sabio, porque además de perseguir el Santo Grial de los esquemas tácticos y seguir soñando con el partido perfecto, sabe cómo ganar con ideas de otros, se hizo amigo de la astucia y aprendió que no está mal sumar con los pequeños detalles. Así, planteó un partido impecable desde lo estratégico. Jugó a defenderse sin tirarse atrás, y a atacar desde una presión quirúrgica en un 4-3-2-1 flexible, que se abría como un abanico para atacar y se cerraba como un catenaccio para defender. Pellistri y Maxi Araujo se metían a la zona de mediocampistas, y con De la Cruz flotando armaban una línea de cinco a lo ancho muy activa, dispuesta a salir de a dos contra el receptor de turno, sea Enzo, De Paul o MacAllister, y obligaban a Messi a retroceder como en las malas épocas en las que era él contra todos. Así, pocas veces a un equipo de Scaloni se lo vio tan incómodo, tan impreciso producto de la erosión del rival. En el recuento, fue Uruguay el que generó más chances, porque las tres o cuatro veces que logró ser efectivo en la presión (no sólo para impedir ataques de Argentina, sino también para quitar con ventaja de contra), le llegó a fondo a Dibu, que vio como una entrada de Darwin Núñez y otra de De la Cruz no fueron gol de milagro.
¿Y Argentina? Llegaba por ímpetu, por vergüenza, porque algunas veces Uruguay se tiraba demasiado atrás, pero así y todo no generó. Tuvo la Selección alguna de Messi desde afuera y un remate de Julián que le dio con la comba al revés.
El gol vino por un error grosero de Molina, que por querer salir jugando se la regaló a Maxi Araujo para el gol de Ronald, su homónimo, pero más allá de la falla individual, el 1-0 tuvo que ver con lo que el partido ofrecía. Por eso, cuando los equipos se fueron al descanso quedó claro que algo había que cambiar.
Y Scaloni movió la estantería, adentro Lautaro y Fideo, al rato Palacios. Argentina tuvo su momentito, presión, búsqueda, un tiro libre de Messi en el travesaño, pero Uruguay siguió firme con su Master Plan y la Selección no logró salir de su incomodidad, que ya se le había metido en la cabeza y en las tripas.
Si el DT cambió medio equipo (después entraron Acuña y Lo Celso) es una muestra de lo mal que funcionó el Plan A y el Plan B. Siguió la inconexión, apareció el pase largo a nadie, síntoma de la confusión.
A Bielsa, en cambio, le salió todo. La Celeste siguió aguantando, con la bandera de Valverde, que se comió la cancha. Así, encontró una contra limpia: De la Cruz metió un pase al vacío, Otamendi lo volvió a correr de atrás y esta vez Darwin no perdonó.
Una derrota así, la primera desde el debut en Qatar, termina con la luna de miel post Mundial. No porque haya estado mal la celebración y el post, sino porque esta lección futbolística indica que el equipo debe volver a las fuentes, aggiornarse, recuperar funcionamiento individual sobre todas las cosas. Anoche, sacando Cuti Romero, el resto estuvo lejos de su nivel. En algunos casos, como Julián o Enzo, la baja viene de arrastre, pero ayer se sumaron Molina, Otamendi, De Paul, MacAllister, Nico González, que coquetearon con el aplazo. Sin dramatizar, habrá que ajustar teclas, volver a pisar el barro, agarrar la ventanilla y vivir la realidad, como canta Jaime Roos. Brasil es una linda prueba para demostrarlo…