El paciente es un abuelito que tiene 84 años y conmovió a la doctora Sandra. Ella lo atendió y al final de la consulta, bailaron tango, al ritmo de La Cumparsita, señalaron que él solo necesitaba un mimo.
Una médica con más de 30 años de ejercicio en su profesión vivió un momento conmovedor con un abuelo que llamó a emergencias. La profesional de la salud en cuestión es Sandra Dajer. Empezó como partera, se especializó en obstetricia, fue directora de un hospital y actualmente trabaja en emergencias. Ningún día es igual a otro en su profesión.
Días atrás sonó el teléfono en el Servicio Médico de Emergencias del partido bonaerense de San Martín. Sandra se subió a la ambulancia junto al chofer y fueron hasta la casa de un abuelo. Nunca imaginó que al final de la consulta terminaría bailando tango con el paciente.
“Muchas veces nos llaman a nosotros porque el PAMI no da abasto con tantas demandas, entonces vamos. Lo que pasó con Víctor fue maravilloso porque bailamos tango. Él sólo necesitaba hablar y un mimo”, contó la médica en diálogo con colegas de TN.
Cuando llegó a la casa de Víctor, le hizo los primeros chequeos y el hombre le manifestó que no tenía fuerzas. Entonces Sandra le preguntó si estaba tomando medicación, si había comido y si había tomado agua. “Fuimos a la cocina, en la heladera tenía comida y le expliqué que tenía que tomar dos litros de agua por día. Entendió todo lo que le dije y me quedé un rato más para asegurarme de que estaba bien”, detalló.
Las evaluaciones médicas habían terminado, pero Sandra se sentó en el sillón para seguir hablando y conocer un poco más a este jubilado de 84 años. Observó que había fotos de él bailando tango. Entonces, indagó sobre eso.
“Víctor se soltó y me contó que fue profesor, que viajó por todo el mundo y que formó parte del ballet estable de la Municipalidad de San Martín. Entonces, le pregunté: ‘¿Querés bailar un tango conmigo?’. Su respuesta fue inmediata y me contestó que sí”.
En el celular, el compañero de Sandra puso La Cumparsita y Víctor bailó como si el tiempo no hubiera pasado. Por un rato, las paredes de esa casa humilde de San Martín se llenaron de hermosos recuerdos.
“Estuvimos un rato bailando y me di cuenta de que estaba bien. Cuando vamos a una casa no sabemos con qué nos vamos a encontrar. En Víctor descubrí a un ser maravilloso, que sólo necesitaba un rato de compañía y alguien con quien hablar”.
El abuelito la despidió con una sonrisa y un gracias enorme que Sandra nunca olvidará. “Yo digo que con los pacientes estoy al comienzo de la vida y al final. Lo importante es acompañar”, concluyó.