No tiene demasiado sentido hacer archivo de las contradicciones vergonzosas de Alberto Fernández a lo largo de toda su vida y en todos los temas. Cambió de parecer muchas veces en pocos años pero a muchos les pasó lo mismo. No vale la pena intentar encontrar alguna justificación política a los dichos de ayer en el programa de Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano. No se puede usar la lógica para entender la apología al suicidio del fiscal Diego Luciani lanzada por un profesor de derecho penal. Porque Alberto Fernández abandonó la lógica hace tiempo.
Sabrá el abogado Fernández que cuando se realiza una pericia médica en un proceso judicial, lo primero que se averigua es saber si el periciado está ubicado en tiempo y espacio.
Con todo el respeto que merece la investidura presidencial, pero con directa alusión a quien la ejerce, me pregunto: ¿Está ubicado en tiempo y espacio Alberto Fernández? ¿Escucha lo que dice? ¿Piensa cuando habla?
Si los dichos de ayer del Presidente de todos los argentinos – no de un sector que opina de una determinada manera y milita por la defensa de una Vicepresidente investigada por corrupción- son para retomar algo de centralidad en la escena política, habrá que convenir que su ausencia de límites morales es extraordinaria.
Si sus dichos responden a congraciarse con su mentora, habrá que recordarle a Fernández que los obsecuentes son los primeros traicionados. Y, si por fin, lo que dijo es lo que siente y piensa, no habría que tenerle temor a analizar su discernimiento psicofísico para saber si la causal de mal desempeño le cabe. Como lo quiere la Constitución; siempre en el marco de la Constitución, nunca fuera de ella.
Fuente: Infobae.