La involución del peronismo en la provincia de Jujuy ya no es un fenómeno pasajero, años de una conducción deficiente tanto en materia de valores políticos como al momento de disputas electorales. El menosprecio por el afiliado, los negocios con el oficialismo, el rechazo de todo proyecto reformador, la perpetuidad de los cabecillas de la derrota, son tan solo alguna de las causas para que el histórico partido termine por repartirse bancas con las fuerzas minoritarias. El presidente del PJ Rubén Rivarola comanda para una elite de aliados sin importarle la decadencia de su partido.
Hacer una crónica local y reciente de los sucesos electorales vividos por doctrinarios del general Perón es una misión sumamente difícil de lograr en un par de líneas; por ejemplo debe incluirse que luego de cómodas décadas acaparando la masa de votantes jujeños, 2015 sería un punto de quiebre histórico: tras la derrota en manos del incipiente Frente Cambia Jujuy vendría una sucesión de tragedias (aún sin subsanar) incluyendo intervención federal – crisis de identidad – fuego amigo – desconexión nacional. Un espiral descendente que ha llevado a la histórica fuerza política a competir en igualdad de condiciones con el joven y humilde Frente de Izquierda.
El frente de Todos (ex Frente para la Victoria y Unidad Ciudadana) es una mutación del justicialismo tradicional con un gruesa dosis de kichnerismo new age administrado en buena parte por La Cámpora. Este ADN híbrido estuvo muy presente en el Jujuy pre 2015 y ha dejado fotografías inolvidables entre los electores que tienden a ser relacionadas (injustamente o no) con violencia, caos y corrupción.
Fuente: Jujuy al Momento.