Hizo justicia por mano propia, mató al hombre que abusó de su hija.

Matías Vila mató a puñaladas al hombre que había abusado de su hija de tan solo cinco años.

 Matías Vila tiene 33 años, es de Bahía Blanca y fue condenado por el homicidio del hombre que abusó sexualmente de su hija de cinco años, pero no irá a la cárcel. Para la Justicia de esa ciudad, actuó bajo emoción violenta. La fiscalía había pedido entre 8 y 25 años de prisión.

“Cuando en el juicio conté la historia, lo que le había pasado a mi hija, lo que hice después, varios integrantes del jurado popular se largaron a llorar. Maté al tipo que abusó de mi hija, pero lo hice sin entender qué hacía, se me nubló todo esa noche… Creo que ellos me entendieron y por eso ahora estoy libre. Yo no fui criado para matar a otra persona, pero había abusado de mi hija”, contó luego del veredicto.

“Nosotros vivimos dos años en un departamento que estaba atrás de la casa de este hombre. Mi mujer, una hija que ella había tenido con su ex pareja, nuestras otras dos hijas y yo. Decidimos alquilar porque la casa que estaba haciendo no estaba terminada”, relató Vila.

Cuando ya casi estaba lista la nueva casa de la familia, decidieron irse a vivir ahí, aunque solo les faltaba el baño. “Hice uno chiquito atrás, en el patio, afuera de la casa”, detalló.

“Era un sábado a la noche, al otro día era el Día de la Madre. Yo había trabajado todo el día en el Polo Petroquímico. Terminamos de cenar y una de las nenas, la del medio, que tenía 5 años, pide ir al baño y va con la mamá. Cuando vuelven, mi esposa me cuenta que la chiquita le había dicho que el hombre al que le habíamos alquilado dos años en varias ocasiones la había tocado, le metía la mano en la ropa interior y esas cosas”, relató con angustia.

Según lo contado por el padre de la niña, solo recuerda que tomó un cuchillo que estaba arriba de la mesada, subió a su moto y recorrió las casi 30 cuadras que lo separaban de la casa de este hombre.

“Desde que llegué y hasta que volví a mi casa, temblando, no recuerdo nada. No sé ni cómo lo maté. Luego me enteré: le había pegado seis puñaladas. Llegué, abracé a mi mujer, Cristel, y le dije que había herido al abusador de nuestra hija. Luego llegó todo este calvario”, repasó.

Vila había llegado a alquilar allí por un contacto de la ex pareja de su mujer. Les quedaba cerca del terreno y de la obra, de su futura casa. Al tiempo se mudaron, pero todo quedó congelado en ese instante fatal: “Enseguida quedé detenido y me llevaron preso a la Unidad 4 acá de Bahía”.

“Estuve nueves meses ahí. Dudaban de la emoción violenta, recién pude salir bajo juramento y a la espera del juicio. Primero tuve un abogado particular, luego un defensor oficial, Augusto Duprat, que me ayudó mucho”, reconstruyó.

Cuando revive todo lo ocurrido en estos tres años, no deja de lado que el Estado nunca los ayudó, que ellos mismos tuvieron que pagar el apoyo psicológico de su hija y que la Justicia tuvo sus fallas.

“No le querían hacer la Cámara Gesell a mi hija, mi primer abogado tuvo que insistir para que se la hicieran y recién allí entendieron que la nena había sido abusada. Era tremendo, no nos creían lo de los abusos”, dijo.

 

“Siento un alivio, no volver a la cárcel, que mis hijas me vean trabajar y bien, que mi angelito, que ahora tiene 9 años, esté mejor. Pero nadie me va a sacar de encima esto que hice, lo llevaré conmigo para siempre. Sé que la víctima era y es mi hija. Pero no debí llegar a matar a esa persona”, lamentó.

Durante el juicio se enteraron que el abusador de su hija era un abusador serial. Había abusado de su sobrina por años, quien llamó a la esposa de Matías para pedirle perdón por no haberlo denunciado. “Empezaron a salir antecedentes así. Si hubiese sabido, obvio que jamás le hubiera alquilado”, agregó.

Un conocido le dio trabajo y volvió a la albañilería, nadie más quería contratar a un acusado por homicidio. “Quiero decirles a los padres que cuiden a sus hijos, que les crean, cuando hablan, que les crean. Y hagan la denuncia. No salgan como locos y no hagan lo que hice”, finalizó.