Lo abandonaron en la basura cuando era bebé, sufrió bullying en la infancia y ahora es dueño de una compañía de 60 millones de dólares.
Con 32 años el joven estadounidense es dueño de una firma tecnológica que no para de crecer. “Aprendí que el dinero no es más que una herramienta”, afirma.
El hombre fue abandonado por su madre biológica cuando tenía apenas unas horas de vida en la basura. Su llanto desconsolado fue escuchado por un vecino de la zona que pasó por el contenedor donde el niño había sido depositado. Pasó dos días internado en un hospital y fue trasladado a un hogar de tránsito donde una pareja le dio el hogar que necesitaba.
32 años más tarde, ese recién nacido que lloraba entre las bolsas de residuos, que lucho por vivir es ahora un adulto con millones en su cuenta bancaria, que se pasea por la TV vistiendo costosos trajes y mostrando sus exclusivas piezas de tecnología con las que su compañía se transformó en una de las más crecientes marcas del rubro. Aunque para llegar hasta allí tuvo que levantarse del suelo más de una vez.
“Los niños solían burlarse de mí; me llamaban ‘bebé basura’, me decían ‘nadie te quiere, eres sucio’. Recuerdo ocasiones en las que me bajaba del micro escolar y otros niños me agarraban y me tiraban en tachos de basura y se reían de mí», expreso el joven en una entrevista con Jo Fidgen para el programa de la BBC Outlook.
Vivía en una zona rural de la península de Florida, en Estados Unidos y todos allí conocían su historia. Nathan y Betty, sus padres adoptivos, tenían 74 y 66 años respectivamente cuando lo sumaron a su familia y eso también fue utilizado como burla para el niño, que padeció un acoso excesivo de parte de sus compañeros.
«Llegó al punto que mi padre me tenía que esperar en la parada del micro y me acompañaba a casa. Y los niños me acosaban aún más, burlándose de él: ‘Miren a ese anciano con bastón’». Pero toda aquella bronca, ese odio que recibía a diario lo supo reconvertir de la manera más creativa.
A los 9 años, mientras caminaba junto a su papá se toparon con algo que marcaría el futuro de ese pequeño. «Los fines de semana iba con mi padre a hacer lo que llamábamos ‘buceo de basura’, paseándonos por diferentes vecindarios en busca de cosas que la gente hubiera tirado, como dice el dicho: lo que para un hombre es basura, para otro es un tesoro».
Justamente fue eso lo que encontraron cuando entraron a una tienda de segunda mano. «A mí siempre me habían fascinado las computadoras. Soñaba con una computadora Gateway pero no podíamos comprarla», contó Freddie al recordar el día en que su papá le compró una Macintosh que estaba rota y su dueño simplemente iba a tirar.
Nathan pagó 24 dólares y el niño regresó a casa feliz, sabiendo que iba a encontrar la manera de hacerla funcionar. «Como no prendía, la desarmé y me di cuenta de que un componente estaba roto y todo fluyó naturalmente. Mi padre trabajaba en mantenimiento en la Universidad Estatal de Florida, por lo que tenía a disposición muchas cosas, como pistolas para soldar, radios, relojes».
«Tome partes de una radio despertador y las soldé y tras unos 50 intentos finalmente logré que la computadora funcionara. Fue entonces que supe que eso era lo que quería hacer en mi vida».
Su papá era prácticamente un anciano, así que no podía acompañarlo a la plaza a jugar al fútbol, ni hacer grandes esfuerzos físicos, así que con esa máquina logró compartir tiempo con su hijo y darle una vía de escape contra el bullying de sus compañeros. «Esa computadora borró todo el dolor del acoso escolar. Mientras me molestaban en la escuela, yo pensaba cuánto quería volver a casa a jugar con mi computadora».
«Es lo que despertó mi interés en la tecnología», aseguró Freddie al Washington Post. Al poco tiempo la dominaba a la perfección y sabía codificar y escribir programas básicos, algo que en apenas un año logró capitalizar.
Con apenas 13 años, la ciudad de Quincy lo contrató para que reparara las máquinas. «No había un técnico de computadoras así que cuando una máquina dejaba de funcionar, la desconectaban y la apilaban con las demás averiadas. Yo las cogía y reemplazaba las partes dañadas de unas con las buenas de otras».
Cuando tenía 15 años, fundó su primera empresa, Figgers Computers, en la que se dedicaba a arreglar computadoras. Lo hacía en la casa de sus padres y desde allí también ayudaba a los clientes a almacenar sus datos en los servidores que él creaba.
Armó su propia base de datos en la nube y siendo apenas un adolescente decidió que no necesitaba ir a la universidad para que le enseñaran a hacer algo que él ya sabía. «No recomendaría mi camino a todo el mundo”, dijo Figgers. «Pero funcionó para mí. Cuando tenía 17 años, tenía 150 clientes que necesitaban sitios web y almacenamiento para sus archivos. Seguí construyendo desde allí «.
Seis años más tarde, el término «millones» se hizo presente en su cuenta bancaria por primera vez. Era el 2012, y a los 23 años vendió un programa de rastreo GPS a una empresa en Kansas por 2,2 millones de dólares.
Mientras su carrera no paraba de crecer, en su vida debió enfrentar un nuevo golpe duro. Su papá había desarrollado la enfermedad de Alzheimer y muchas veces debieron salir a buscarlo porque se confundía y se perdía. Freddie decidió utilizar sus conocimientos para ayudarlo.
«Creé un dispositivo que podía insertarse en su zapatilla y que me permitiría rastrearlo, además de hablar con él a través de la zapatilla», dijo Figgers.
«Creé un dispositivo que podía insertarse en su zapatilla y que me permitiría rastrearlo».
Nathan Figgers murió en 2014, poco después de que Freddie comenzara Figgers Communications (y desarrollara 80 programas de software personalizados) con el dinero que había ganado con aquella tecnología de «zapatos inteligentes». «Fue difícil verlo declinar, es algo que nunca se olvida», confesó Freddie.
«Mi papá nunca me escondió mi pasado, siempre fue honesto conmigo. Él me dijo: ‘Te lo voy a contar sin vueltas. Tu madre biológica te abandonó y como yo y Betty no queríamos mandarte a casas de adopción, te adoptamos’. Yo me sentí muy mal por eso, pero siempre me acuerdo que me agarró por los hombros y me dijo: ‘Nunca dejes que eso te moleste’».
«Mis padres me dieron todo el amor que alguien pudiera querer jamás. Hicieron todo por mí, por lo que nunca sentí la necesidad de buscar a mi familia biológica. Mi mamá y mi papá, mi Betty y mi Nathan, lo eran todo para mí, y yo los amaba».
Las zapatillas con las que ayudó a su papá y se convirtió en millonario.
«Son personas grandiosas. Me enseñaron a ser íntegro, a hacer siempre lo correcto, a nunca olvidar mis orígenes. Vi a mi padre siempre ayudando a la gente, deteniéndose en el camino a ayudar a extraños, alimentando a los sin techo… Era un hombre increíble y yo quiero ser como él».
La muerte de su papá, aunque dolorosa, le sirvió para seguir creciendo. «Aprendí que el dinero no es más que una herramienta y me propuse hacer todo lo posible para tratar de dejar el mundo mejor cuando sea mi turno de irme, porque mi padre, sin ser rico, tuvo un impacto en la vida de mucha gente, y yo quería hacer lo mismo».
Desde entonces supo combinar negocios y ayuda para la gente. Fue entonces que invirtió en infraestructura para que los vecinos de la zona rural en la que él vivía disfrutaran de conexiones rápidas a internet. «La mayoría de la gente seguía usando conexión dial-up», contó sobre el nacimiento de Figgers Wireless, una empresa de telecomunicaciones privada que, según dijo, fue tasada en 2017 con un valor de más de 62 millones de dólares.
Con el correr de los años incorporó la venta de smart phones, pero a su vez otros elementos que ayudaran a la gente como un medidor de glucosa en sangre inalámbrico para personas con diabetes, que permite a los pacientes descargar y compartir los niveles de glucosa a través de la tecnología Bluetooth.
Parece que los millones no lograron quebrar sus ideales: «Mis padres me adoptaron y me dieron amor y un futuro”, dijo. «Hicieron todo lo posible para hacer del mundo un lugar mejor, y ahora eso es todo lo que quiero hacer también».