Tras su asunción no dio entrevistas, se teme una derrota en las elecciones, se muestra alejado de los encuentros con periodistas, y dio algunas conferencias de prensa que buscaron instalar a la Casa Rosada como una “usina de buenas noticias”, como cuando transmitió el fin del uso del barbijo al aire libre. Esa falta de diálogo es admitida desde su círculo y confían en que se revierta en el futuro, aunque no hay precisiones de cuándo podría ser. “Habla más por sus actos”, lo defienden.
El punto genera una contradicción con la política de comunicación del gobierno que asegura querer ser cada vez más fluida y de lo que desde el propio entorno del tucumano se había comunicado inicialmente que se haría.En ese sentido, la llegada de Manzur también quedó en cierta forma opacada por el desembarco de Gabriela Cerruti, como flamante portavoz de la Presidencia. Un rol que de forma informal había expectativas de que cubriera Manzur.
El ingreso de Cerruti no pasó desapercibido en Casa Rosada. La flamante funcionaria había criticado la llegada del tucumano por su postura “antiderechos” y había resaltado la política feminista del gobierno, un punto que se vio respaldado con su llegada. En especial por el grupo de mujeres que integran el gobierno y que no vieron con buenos ojos la asunción de Manzur, que incluso había sido denunciado en 2019 por la ahora ministra, Elizabeth Gómez Alcorta.
Fuente: La Nación.