Según un estudio científico los hongos mágicos podrían utilizarse para tratar pacientes con cáncer y depresión.

 

El interés del uso de sustancias psicodélicas ha ido en aumento, aunque los reguladores todavía no aprueban el uso médico. Una empresa brasileña quiere instalarse en Uruguay para tratar la adicción a las drogas a partir de la ibogaína.

El interés que genera el uso de sustancias psicodélicas –como las conocidas como “hongos mágicos”– en la medicina ha aumentado en los últimos años. Algunos testimonios muestran el éxito que estos alcaloides han tenido en el tratamiento de enfermedades como la depresión, al tiempo que los reguladores no aprueban el uso médico de la sustancia y la academia avanza con investigaciones.

En Uruguay se formó Arché, un grupo interdisciplinario de investigación sobre psicodélicos formado por la Universidad de la República, la Universidad Claeh y el Instituto de Investigaciones Clemente Estable, informó El País. “Es necesario que desde la academia se envíe un mensaje de que hay que investigar para después utilizar (los psicodélicos) masivamente en el terreno de la medicina tradicional”, declaró la psicóloga María Perengo.

Arché ha generado en algo más de cinco años 33 investigaciones académicas sobre los tres psicodélicos más cotizados y buscados por los pacientes: la psilocibina (el principal componente de los “hongos mágicos”), la ibogaína y la ayahuasca.

Previo a la aprobación de su comercialización, un fármaco atraviesa cuatro fases de ensayo clínico, que van desde la prueba de la sustancia solo con voluntarios hasta el seguimiento de cómo afecta al grueso de la población. Los psicodélicos aún están en etapas muy tempranas del ensayo clínico.

“La mayoría no ha pasado de la fase I o II, con dos excepciones: la psilocibina en el tratamiento de la depresión de pacientes resistentes al tratamiento convencional y de personas con enfermedades potencialmente letales como el cáncer, que están en fase tres”, precisó Perengo.

La tercera fase del ensayo clínico es la última antes de que se autorice la comercialización. En esta se aumenta el número de pacientes que reciben la sustancia y se afinan las medidas de eficacia.

Uruguay está a la vanguardia del uso de los hongos mágicos para la cura de la depresión. Algunos integrantes del grupo Arché llevarán adelante un estudio que está en fase II, pero están a la espera de una resolución del Ministerio de Salud Pública (MSP), que debe aprobar un protocolo definido por los investigadores para avanzar.

Frank Lozano, uno de los integrantes del grupo, declaró al diario uruguayo que si bien el uso de los hongos mágicos es una “intervención prometedora”, la selección de la población que consuma la sustancia “ha sido exhaustiva”.

Uno de los riesgos del acceso a los hongos mágicos es que en muchos casos los usuarios no reciben las indicaciones óptimas para el consumo.

Juan Scuro, otro de los integrantes de Arché, dijo que hay una especie de “proyección fantasiosa” de que las sustancias psicodélicas curarán todos los males e indicó que en ese grupo académico promueven la “cautela”.

Ninguna agencia reguladora de medicamentos ha aprobado el uso de psicodélicos con fines terapéuticos. Sin embargo, actualmente hay empresarios brasileños interesados en importar ibogaína para tratar también la adicción a las drogas en hospitales en Uruguay, informó El País a principios de mes. Estas sustancias ya son ofrecidas en algunos consultorios, que aprovechan los “grises” de la normativa nacional.

El MSP estudia un documento presentado por Marco Algorta, un empresario que pretende instalar la Clínica Beneva en el país. “Frente a la enorme problemática del abuso de drogas duras como la pasta base, los tratamientos con ibogaína vienen a traer una innovación: se trata la adicción como un síntoma y no como una enfermedad en sí misma. Permite cortar la abstinencia, las ganas de seguir drogándote y, al mismo tiempo, te permite una resignificación de los problemas previos a la adicción”, declaró.

El empresario entregó a la autoridad sanitaria de Uruguay un informe jurídico que plantea que la importación de la sustancia con fines médicos es lícita y que, por tanto, no sería necesario hacer ajustes normativos. El MSP, en tanto, estudia el asunto pero no espera tener una respuesta en el corto plazo.