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Un pueblo jujeño fue elegido dentro de los 10 lugares mas lindos del mundo.

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UN PUEBLO JUJEÑO FUE ELEGIDO DENTRO DE LOS 10 LUGARES MAS LINDOS DEL MUNDO POR LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL TURISMO

 

A espaldas del Hornocal –también conocido como cerro de los 14 colores–, en un valle situado en el corazón de la quebrada Honda está escondido Caspalá, uno de los diez mejores pueblos del planeta, según la Organización Mundial del Turismo. El único elegido de toda la Argentina. ¿Por qué trasladarse cuatro horas desde Humahuaca o desde Calilegua para conocer esta pequeña villa enclavada entre dos ríos y dos montañas en el noreste de Jujuy? Porque el camino hasta este pequeño pueblo –comprometido con el desarrollo sostenible de su economía, de su cultura y de su gastronomía– es un viaje entre montañas multicolor de una belleza prístina inigualable que conduce a una comunidad ancestral con fuerte impronta andina.

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Pero esto no es todo. Caspalá tiene un tesoro para explorar: un sendero de piedras de influencia incaica que sale desde el pueblo y conduce a la cima del Hornocal. La escalera al cielo es el nombre del último tramo hacia lo más alto del cerro. Un atractivo adicional para visitar al único pueblo de la Argentina distinguido en la lista de los Best Tourism Villages durante 2021.

Un escondite mágico El viaje hacia este pueblo, que hoy ocupa el cuarto lugar en la nómina de las mejores villas del mundo según la Organización Mundial del Turismo, es largo y sinuoso, pero vale el esfuerzo. Para seleccionarlo tuvieron en cuenta su compromiso con la promoción y la conservación de su patrimonio cultural y con el desarrollo sostenible a través del turismo. Caspalá tiene calles empedradas y predominan las casas de adobe con techos de barro y paja en monocromo tostado claro: una postal propia de las tierras altas de siglos pasados interrumpida por el color celeste pálido de la iglesia que se funde con el cielo. Es un pueblo bucólico donde las mujeres van vestidas con rebozos bordados con flores en azules, verdes, fucsias, o colorados, con polleras a tono, y de hombres que visten poncho de lana de oveja en su devenir diario. Todo el pueblo trabaja en comunidad. Las artesanas tienen sus cooperativas: luego de tejer y bordar cada mañana salen juntas a trabajar la tierra para sembrar papas o maíz. Los hombres fabrican las telas que bordarán las mujeres en los telares y se ocupan de criar ganado en los parajes cercanos.

Todos usan sombreros desde que amanece hasta la hora de dormir para protegerse del sol que, aun en invierno, es demasiado fuerte. Las mujeres los llevan con flores y cintas multicolor. Los hombres, de paño crudo o negro. Cuando cae la noche después de las jornadas de trabajo, el silencio del pueblo es solo interrumpido por los sonidos del ziku, del bombo o de las coplas que cantan niños y ancianos. “Es un lugar mágico”, sostiene Teresa, una turista suiza que proviene de Gruyères, una villa situada en octavo lugar en la nómina de los diez mejores pueblos del mundo, por debajo de su par jujeño en la competencia de 2021.

 

Fuente: La Nación.

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