Una niña secuestrada volverá a la Argentina, gracias a un juez boliviano que ordenó su vuelta

Imagen Ilustrativa

Esperado este reencuentro entre una niña de seis años y su mamá .El 22 de febrero, la mujer autorizó al acusado ( padre de la menor ) a llevarla de vacaciones a Córdoba, pero no volvió a verla.

 “Voy a poder abrazarla y besarla y decirle cuánto la extrañé”. Esta semana es el reencuentro entre madre e hija, pondrá fin a casi seis meses de distancia y un complicado proceso judicial internacional para resolver la restitución de la nena de seis años, llevada ilegalmente a Bolivia por su padre en febrero. Hasta la decisión de un juez de Oruro la semana pasada, la nena estaba en un hogar y figuraba en espera para ser adoptada a pesar de los pedidos desesperado de su madre desde la Argentina.

Es una guerrera”, expresa la abogada de G. C,que nació en Bolivia pero vive en la Argentina hace 10 años. El 22 de febrero autorizó al padre de la nena a que la llevara de vacaciones a Córdoba y nunca más volvió a verla. Él solo se comunicó para exigirle que retirara la denuncia que ella había hecho cuando se incumplió la fecha de regreso. El llamado de un familiar resolvió el enigma del paradero: había reconocido al padre en Bolivia. La mujer se presentó sola ante cancillería y se acercó a la facultad de Abogacía de la UBA, donde estudiantes del último año atienden casos de personas vulnerables.

La cátedra de Derecho Penal Juvenil toma habitualmente unos 130 casos por año, todos supervisados por docentes-abogados. El grupo que tomó el reclamo de G resultó estar formado solamente por mujeres: Giselle Altamirana, Julieta Ricagno, Julieta Gargiulo, Sofía Priegue Franchini y Lylenn Domingo. “Nos llegó como una sustracción pero el equipo fue más allá, visitó la escuela, comprobó cómo era la situación de la nena en la Argentina, que acá había una mamá que reclamaba”, explica Giménez.

Ahí se pudo avanzar en el reclamo de G contra el padre de la niña. Entrevistas psicológicas determinaron que podía estar siendo víctima de maltrato y abuso y determinaron que no viviera más con el hombre. La justicia boliviana resolvió entonces dejar a la nena al cuidado de su familia materna. G lo supo cuando ya estaba viviendo con ellos y se opuso con toda firmeza.

Ante el desconcierto de sus abogadas contó lo que había callado durante veinte años: denunció a su propio padre por abuso. “Me reclaman que cómo no he hablado antes, que ahora por mi culpa se separa la familia”, llora G. al teléfono. La necesidad de preservar a su hija quebró dos décadas de silencio y activó ahora una investigación penal que continuará en Bolivia y G. podrá seguir desde nuestro país.

La niña vuelve a Argentina.

Entre febrero y julio apenas había escuchado la voz de su nena de fondo en los pocos llamados que había hecho su padre para amedrentarla por las denuncias judiciales. G recién consiguió hablar por teléfono con ella a mediados de julio, cuando llegó al hogar: “Al principio ella no me quería hablar, estaba muy enojada porque pensaba que la había dejado. Pero yo nunca la dejé”, cuenta G a un medio de noticias.

La niña viajó el lunes desde La Paz acompañada por personal de la Cancillería argentina a instancias del cónsul en La Paz, Santiago Odobez.

G. Se ocupó de mantener su vacante en la escuela, que la está esperando en cuanto pueda reincorporarse. “Sin ella no podía hacer nada, pero ahora la voy a tener conmigo y le voy a poder decir que nunca me rendí”, cierra G.